viernes, 11 de julio de 2008

Especialidad del dia


LAS VICTIMAS

Jerónima Blanco Oviedo y su hijo Fernado Cabo Blanco.

Memoria histórica, por dignidad y justicia.¡No nos callarán!
Hallan en una fosa de la Guerra Civil a una mujer embarazada junto a su hijo de 3 años

PONFERRADA.— Había comenzado la Guerra Civil e Isaac Cabo Pérez prefirió refugiarse en el Pajariel. Temía la represión por parte del nuevo régimen debido a su afiliación sindical y a las ideas políticas de buena parte de su familia, vinculada a la izquierda. Algunas noches, al amparo de la oscuridad, bajaba a Flores del Sil a visitar a su mujer, Jerónima, y a su hijo Fernando, que contaba con tan solo tres años. Seguramente, Fernando, de tan sólo tres años, no entendía nada de guerras por aquel entonces. Ni nunca entendió. No le dio tiempo. No le dieron tiempo a entender ni de guerras, ni de nada.

La guerra es un drama completo, no son sólo soldados muertos en los frentes. La guerra son inocentes fusilados, enfermos maltratados, mujeres violadas y niños apaleados.

Isaac debía de saber que la guerra no era nada bueno. Pero es posible que ni siquiera llegara a imaginarse que pudiera llegar a un extremo tan feroz. Bajó una de esas noches del monte. Corría agosto y posiblemente hacía calor. Pero el calor que él necesitaba era otro, era el calor del abrazo de su familia, aunque tuviera que ser un abrazo obligadamente fugitivo. Sin embargo, al llegar a su casa, vio el reflejo más inhumano de la guerra. Lo único que pudo abrazar Isaac de Jerónima y Fernando, de tan sólo tres años, fueron sus cadáveres. Madre e hijo yacían muertos junto al camino. Ambos habían sido brutalmente asesinados por un grupo de falangistas que debieron ver en esta ama de casa de 22 años y su hijo de tan solo tres, un riesgo para los objetivos del autodenominado bando nacional.


La historia de Jerónima y Fernando, el niño de tan solo tres años, es una de las más llamativas y recordadas de la Guerra Civil en el Bierzo. Y es que, además de reflejar toda la crueldad del enfrentamiento, los cuerpos de ambos estuvieron yaciendo a la intemperie, junto al camino, durante más de tres días, por lo que mucha gente que viajó a Galicia a través de la antigua carretera de Orense pudo comprobar el resultado de la barbarie.

Tras el atroz descubrimiento de aquella noche, Isaac volvió al monte y vagó durante días hasta que logró pasar a Asturias a finales del mes de agosto. Supo que, semanas más tarde, pistoleros falangistas habían asesinado también a su padre, Demetrio Pérez, a su madre, Visitación Cabo, a sus hermanos, Demetrio y Victorino, y a su cuñado Salvador. A este último en la cama, mientras se recuperaba de las heridas que sufrió en los sucesos de Ponferrada en los primeros días después del golpe de Estado.
Ya en Gijón, en febrero de 1937, Isaac se enroló voluntario en el Batallón 'Máximo Gorki' y posteriormente en el Cuerpo de Carabineros del bando republicano. Al poco tiempo fue detenido en Santander el mismo día que el ejército franquista tomó la ciudad, y condenado a 30 años de prisión mayor por un delito de 'adhesión a la rebelión'. Según las actas, Isaac tenía «mala conducta y antecedentes izquierdistas». No obstante, a alguien le debió remover la conciencia el que prácticamente toda la familia de Isaac hubiera sido exterminada, porque a otros, con los mismos 'delitos', los condenaron a muerte. A él, 'sólo' a 30 años. Pero Isaac tenía otra condena más dura, la cadena perpetua de recordar la imagen de su mujer y su hijo Fernando, de tan solo tres años, brutalmente asesinados.

Isaac relató parte de estos hechos en una carta manuscrita fechada el 27 de abril de 1940 desde la Prisión Provincial de Santander. En ella explicó desconocer «cuáles hayan sido los verdaderos móviles de los asesinatos mencionados, ni cuales sean sus autores, sin que sepa tampoco si con estas últimas está completa la lista de pérdidas familiares». Años después, otro juzgado militar le imputa un nuevo delito, implicándole en la quema de iglesias. Los partes hablan de que sus familiares fueron juzgados y fusilados por hechos análogos. Temiéndose otra condena, Isaac escribe un manuscrito al Juzgado Militar letra 'R' de Santander informando de que ya está cumpliendo condena y «suplica» que se pongan en marcha las diligencias «que puedan conducir al esclarecimiento de su inculpabilidad, pues así procede en justicia». El relato del «exterminio de su familia» -dice textualmente en la carta- junto a la petición, surtió efecto y el Tribunal dio carpetazo a la segunda condena.
Pero no sería la última. En junio de 1942 un grupo de guerrilleros ocupa Toral de Merayo y vuelven a abrirle una causa como sospechoso de participar en los hechos. Estuvo dos meses en la Prisión de Ponferrada y después pasó a disposición del Juez Militar Número 1 de León. Salió absuelto de ese proceso «pero poniéndole a disposición del Ilmo. Señor Director General de Prisiones por quebrantamiento de residencia», según el expediente. Cuando consiguió librarse del calvario, Isaac decidió entonces que el Bierzo ya no era su sitio, que si permanecía sólo podía esperar lamuerte. Aquí ya no tenía a nadie. Toda su familia estaba muerta desde hace años. Lo único que le quedaba de su mujer, Jerónima, y su hijo Fernando, de tan solo tres años, era un retrato. Con la foto bajo el brazo, Isaac emprende rumbo a León. Paró en Pedrún del Torío, donde pudo iniciar una nueva vida.
Varios años más tarde, el 23 de noviembre de 1945, el Registro Civil de Ponferrada inscribe la defunción de Jerónima Blanco Oviedo. En el acta, figura como causa de la muerte «la lucha contra el marxismo». El documento no cita la descendencia que dejaba, porque Jerónima no dejaba descendencia. Junto a ella, habían matado a su hijo, el pequeño Fernando, de tan solo tres años. Hoy hay pruebas de que Jerónima hubiera dejado descendencia si no la hubieran matado aquel día. Estaba embarazada.

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