lunes, 2 de febrero de 2009

Especialidad del dia



Seis operarios para un macetero

La retirada de un tiesto requiere la presencia de empleados de varios servicios para ocuparse de cada una de sus partes


Julia Damiá, Valencia
Ya lo dijo Frank Herbert: "La burocracia destruye la iniciativa". Y, de no ser porque lleva más de veinte años muerto, cualquiera pensaría que el escritor estadounidense selló esta frase tras asistir hace un par de semanas a los preparativos de una inauguración de la alcaldesa de Valencia.
Ese día, el pasado 14 de enero, Rita Barberá visitaba las recientemente peatonalizadas calles Maestro Clavé, Escolano, Músico Peydró y Convento de San Francisco. Como es habitual, la policía y los empleados de la limpieza acondicionaban la zona antes de la llegada de las autoridades municipales cuando un agente se percató de que uno de los maceteros ornamentales colocados en la confluencia de las calles Maestro Clavé y San Vicente impedía el eventual paso de un vehículo en caso de evacuación. Había que retirarlo. Y se dispuso a tal tarea ante varios curiosos que nunca hubieran imaginado que asistirían en pleno centro de Valencia a una escena propia de una película de los hermanos Marx, con un policía y seis operarios de las contratas municipales como actores principales de esta comedia coral.
El agente, según relata uno de los testigos, tomó las riendas de la situación, llamó a un operario para pedirle que retirara aquel ornamento porque impedía la salida de un vehículo en caso de urgencia.
Cuando llegó el empleado, diligente, le dijo que se llevaría la maceta, pero que no podía hacerse cargo de la planta que había en su interior ya que ésta pertenecía a Jardines, de modo que hasta que no llegara un miembro de este servicio municipal no podría retirar el tiesto.
Le esperaron y, cuando finalmente la persona encargada pudo llevarse las flores y se dispusieron a quitar la jardinera, descubrieron que el macetero estaba anclado a unas maderas, así que al parecer era necesaria la presencia del responsable de éstas.
El problema era que las maderas estaban a su vez clavadas al suelo mediante unos tornillos, de modo que hubo que esperar a que llegara el operario que quita los tornillos. Pese a disponer de la herramienta necesaria, le resultó imposible desatornillarlos porque lo que no tenía era electricidad, así que había que aguardar a que otro empleado le llevara el generador eléctrico. Pero éste no llegó nunca porque el conductor que tenía que transportar el generador eléctrico estaba enfermo ese día.
Una hora más tarde, y ante la mirada atónita de los viandantes que se habían quedado a ver el espectáculo y los operarios que, siguiendo el protocolo, había sido necesario llamar, el agente requirió la presencia de una patrulla de la policía local que, en dos minutos, trasladó el enorme obstáculo atándolo con unas cinchas y arrastrándolo con ayuda de su vehículo.
Indignación
Orgullo, vergüenza e indignación, esa era la mezcla de sensaciones invadía a los ciudadanos allí presentes. Orgullo, decían, porque con su aportación a modo de impuestos trabajaban todos aquellos actores de esta comedia. Vergüenza, aseguraban, porque esos seis empleados no fueron suficientes para trasladar un macetero. E indignación porque cuando necesiten un policía local están convencidos de que tardará en llegar porque se le estará utilizando para otros menesteres muy distintos de los asignados a estos funcionarios.

http://www.levante-emv.com

1 comentario:

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

La burocracia y la ley de contratos, tan buena para "evitar corrupciones" hacen que la administración funcione más lentamente.