jueves, 16 de abril de 2009

El Pintxo de mediodia



Lejos de mi trabajo, aburridos en sus casas, los desterrados lápices observan con envidia cómo los Alpino de colores hacen felices al pequeño de la familia. Algunos días los lápices comunes vuelven a sonreír cuando el niño los agarra y trae hacia su dibujo. Sabía que mi gris metalizado no pasaría desapercibido, piensa orgulloso el lápiz.
Pero ese brote de ilusión, de esperanza, desaparece cuando descubren que sólo les quieren por su goma de borrar. Rosáceo apéndice que al cuarto uso se suelta de su hueco de hojalata dorada y relega al tullido lápiz al fondo de un cajón, o peor: al hueco del sofá, donde descansan las monedas perdidas, los pendientes solitarios, y las migas de pan.

Mira que romperte -- reprocha el lápiz a la goma--. Para una cosa que tienes que hacer y vas y la cagas.
- Es que soy china.
- Yo también soy chino y aguanto lo que me echen. Mi padre con 3 centímetros seguía pintando como el primer día. Duro como el pedernal. No como esos moñas de los bolígrafos, que son más delicados que el copón: Que si el capuchoncito para que no se seque la tinta, que si la tapita de atrás, que si estoy frío y no pinto, que si, ay, suelto bolitas de tinta y ya no sirvo...
- Tendríamos que haber trabajado con arquitectos o con currelas, esos no nos hubieran abandonado nunca -- dice la goma--.
- Uy, quita, que con la crisis inmobiliaria están peor que nosotros.
- También es verdad. Y encima nos tocaría competir con los portaminas.
- Pff, otros señoritingos como los bolígrafos.
- Ya te digo.
- Pues sí.
- Sí.
- Oye...
- ¿Qué?
- Siento haberte gritado.
- No pasa nada. Te perdono.
- ¿Quieres una miga de pan?
- Vale
leído en:http://www.senoritapuri.com/

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